MIEDOS DEL NIÑO HOSPITALIZADO Y ESTRATEGIAS DE AFRONTAMIENT

MIEDOS DEL NIÑO HOSPITALIZADO Y ESTRATEGIAS DE AFRONTAMIENT

La hospitalización infantil es un importante evento en la vida de cualquier niño. Una situación capaz de generar diferentes reacciones, convirtiéndose en una experiencia potencial que afecta al niño en todas sus facetas.

Son muchos los cambios experiementados de golpe, su estado personal, el ambiente que les rodea…todo, se vuelve hostil, e importantes cambios en el niño no tardan en aparecer.

Los principales estresores presentes durante la hospitalización infantil son entre otros:

  • Dolor.
  • Enfermedad.
  • Entorno hospitalario: Ambiente no familiar, presencia de extraños.
  • Exposición a material médico: Procedimientos médicos invasivos.
  • Anestesia: Miedo a no despertar.
  • Separación de los padres, familiares y amigos.
  • Estrés de las personas acompañantes (generalmente los padres).
  • Ruptura de la rutina vital y adaptación a una rutina desconocida e impuesta.
  • Pérdida de autonomía, control y competencia personal.
  • Incertidumbre sobre la conducta apropiada.
  • Muerte.

El miedo (emoción caracterizada por una intensa sensación desagradable, provocada por la percepción de un peligro, real o supuesto) a una enfermedad grave y a la muerte son los más frecuentes en la infancia y la adolescencia, siendo el daño corporal el factor que más estrés provoca en ellos.

Dependiendo de la edad, los niños manifiestan diferentes alteraciones, tales como:

  • En los más pequeños: Inquietud y ritmos alterados, llantos, problemas con las comidas, conductas regresivas, ansiedad, estrés, depresión, dificultades para el contacto social, déficits en habilidades sociales, déficits en el crecimiento, problemas nutricionales, trastornos del sueño, dificultades de interacción con el personal sanitario, dificultades en la adherencia a los tratamientos…
  • En niños de edad preescolar y escolar: Tristeza y depresión como síntomas más generalizados.
  • En la adolescencia: Los miedos más relevantes serían el propio miedo a la estancia hospitalaria, el miedo a los procedimientos médicos y el miedo a la enfermedad y sus posibles repercusiones.

Posiblemente, gran parte de estas reacciones podrían deberse al miedo, pero variables tales como la edad o el sexo del paciente pediátrico, la duración del ingreso, la presencia de miedos ante las pruebas médicas, la presencia de experiencias previas o la comprensión del acontecimiento por parte del sujeto, son factores a tener en cuenta.

Existen evidencias de que los niños pequeños (entre 6 meses y 4 años de edad) con varias estancias hospitalarias, están en riesgo de presentar problemas de conducta y dificultades de aprendizaje en la edad escolar y la adolescencia. Una mayor edad del sujeto enfermo, puede influir positivamente en la capacidad de adaptación, mejorando los recursos de afrontamiento en la experiencia de hospitalización.

En edades inferiores a los 6 y 7 años, los niños podrían presentar una menor capacidad cognitiva para tener un recuerdo exacto de experiencias anteriores, y podrían distorsionar el recuerdo fácilmente en aspectos como la intensidad o el dolor de procedimientos médicos padecidos, el riesgo o la peligrosidad de su estado de salud, así como presentar creencias infundadas e inexactas.

Pacientes hospitalizados por primera vez podrían presentar mayores niveles de estrés y mayores alteraciones emocionales, que aquellos hospitalizados previamente con cierta frecuencia. Cuando la experiencia previa ha sido negativa los niveles de estrés aumentan significativamente con respecto a los de aquellos pacientes sin ninguna experiencia anterior. Se puede hablar de un efecto de habituación y de un mejor afrontamiento de la situación conforme las experiencias van siendo más numerosas, siempre que la experiencia no sea valorada como negativa.

¿Cómo ayudar a paliar el miedo en los niños? ¿Qué estrategias aplicar? Los programas de preparación psicológica ante la hospitalización infantil son esenciales para afrontar esta experiencia estresante, siendo las siguientes actividades un buen recurso.

  • Relajación y respiración: Relajación muscular y respiración profunda para disminuir la activación vegetativa. Con niños menores de siete u ocho años resulta muy apropiado realizar un juego para inducir la relajación.
  •  Imaginación/distracción: El niño imagina una escena tranquila que le haga sentirse feliz. Se le pide que describa la escena imaginada, así el niño focaliza su atención en imágenes sugerentes, relajantes, de gran fuerza emotiva y no se centra en estímulos que le producen ansiedad.
  •  Control de estímulos: Es aconsejable acondicionar las plantas, habitaciones…con estímulos externos placenteros como colores vivos, juguetes, libros, zona de pintura, música relajante…

No menos importantes son los programas dirigidos a los padres y personas significativas del entorno del niño. Con esto se pretende reducir el estrés y la ansiedad de los padres y evitar que esto influya negativamente en sus hijos y enseñarles procedimientos para que ayuden a sus hijos a afrontar la hospitalización. No olvidemos que un afrontamiento inadecuado de los padres, incrementa el estrés infantil.

Si hay algo que nunca debe faltar es la información. El niño necesita información para poder adaptarse a la nueva situación y paliar sus efectos. Necesita recibir una información detallada sobre la enfermedad, sobre los procedimientos médicos, los tratamientos y los posibles efectos secundarios…en definitiva, responder a las necesidades manifestadas por el niño, teniendo en cuenta su edad, el tipo de dolencia, y su desarrollo cognitivo, siendo el objetivo principal, mantener su confianza y aumentar el autocontrol.

Es necesaria y beneficiosa la asistencia educativa en ingresos prolongados continuando así la preparación escolar del niño por parte de maestros y psicopedagogos. La educación en el marco del hospital constituye una pieza imprescindible en la evolución del paciente pediátrico y obligatoriamente debe ser incluida en el contexto hospitalario ( siempre que su salud lo permita).

Esto contribuye a la estabilidad emocional, a la felicidad y a la recuperación más rápida del niño.

Cabe mencionar la importancia de apoyo emocional por parte del personal sanitario con los padres de los niños hospitalizados, con el fin de transmitirle tranquilidad y apoyo, crear un clima de confianza, reducir el miedo y la ansiedad, fomentando la expresión emocional y ayudándoles en la adaptación al proceso hospitalario. Para ello los profesionales tienen que tener habilidades comunicativas desarrolladas, pudiendo ofrecer un adecuado soporte emocional y saber dar respuestas a las dudas, temores, incertidumbres…de los padres.