ECHANDO LA VISTA ATRÁS…
Es difícil hablar de una misma, darse a conocer, por eso, voy a hacer una breve presentación para que al menos sepáis que intrusa es la que a continuación va a contar su experiencia. Os comento chicos, soy Maider, una chica vasca de 26 años y residente de enfermería pediátrica, supongo que esto último es lo que más interesa.
Inés, creadora de esta increíble web, me ha dado la oportunidad de colaborar con ella e intentar que la página siga creciendo y cogiendo fuerzas. Un regalazo para mí. Desde aquí, muchas gracias Inés.
Espero que mis pequeñas aportaciones lleguen a alguno de los lectores y os haga recapacitar, ilusionar, luchar…por el futuro de esta especialidad. Y a sin más, os cuento mis inicios en la enfermería pediátrica.
El 11/05/2012 fue la fecha que con ilusión marqué meses antes, y os preguntareis ¿por qué esa fecha?¿Qué pasó ese día? Ese día, el 11 de mayo del 2012 todo daría un giro de 180º, todo en el sentido literario, porque ese día, mi vida empezaba a recorrer un nuevo camino.
Pasé un largo y duro año, por qué no decirlo, hasta poder marcar con fuerza la fecha anteriormente citada. Un año de estudio diario, largas clases semanales, días eufóricos por buenos simulacros, días para olvidar, alegrías, lloros….en fin, un mix de sensaciones, estados de ánimo que entraban y salían de mí durante todo un año, y que llegaron a su fin el día del examen. Por suerte, el esfuerzo tuvo su fruto, y tras la elección de plaza pude marcar por fin esta fecha. Un día histórico en mi vida, ya que sería el inicio de la residencia.
Llegó el gran día, el día de dejarlo todo y sumergirse en un nuevo mundo. Un mundo con fecha de caducidad y el cual duraría dos años. Sabía que iniciar este camino llevaba consigo deshacerme de muchas cosas, dejar atrás a mucha gente, a toda mi gente; familia, pareja, amigas… era consciente de ello, sabía que no sería fácil, pero a pesar de este hándicap, no dudé en ningún momento en abandonar el Norte (soy del País Vasco) y empezar esta nueva e ilusionante etapa de mi vida en el Sur, en Granada para ser más exactos.
Todo preparado, papeles en regla, piso buscado y maletas cargadas hasta arriba. Una de ellas repleta de ilusión, motivación, incertidumbre, pasión, miedo, pinceladas de tristeza…. como veis, esta maleta era especial y es la única que ha día de hoy me acompaña día tras día.
Aterricé en Granada sin conocer a nadie ni nada de la ciudad. Recuerdo con nostalgia el lugar donde me dejó el autobús. Cuando este se paró, supuse que había llegado mi momento de bajar, así que sin pensarlo dos veces, cogí las pesadas maletas y bajé del autobús. Sus puertas se cerraron y vi cómo seguía su camino, mientras yo y mi equipaje nos quedábamos perplejos visualizando su huida.
No sabía en qué punto de la ciudad estaba, en algún barrio periférico, en el centro…no tenía ni la menor idea. Mi primera reacción fue llorar…¿que iba a hacer yo?….Decidí secarme las lágrimas e intentar averiguar dónde estaba, y sí, lo conseguí. Ahora, cada vez que paso por esa parada, que casualmente está muy cerca de mi casa, una risa pícara se marca en mi cara…lo mal que pasé y lo cerca que estaba del destino….
Pasaron los días y me fui haciendo a la ciudad, a la gente, al hospital, a mis compañeros de residencia…y con ello empezaba la ansiada especialidad. Rutas por el hospital, charlas de bienvenida, cursos básicos de formación, presentaciones y las típicas fiestas de nuevos resientes, sinceramente, una buena manera de romper el hielo. Algo que espero sigan haciendo los futuros residentes.
Ya ha pasado más de un año, más de medio camino realizado, y la balanza se inclina positivamente. Cuando me preguntan si ha sido fácil, no dudo en contestar que no, al igual que no dudo al responder que sí, cuando me preguntan si ha merecido la pena. No puedo negar que durante este año he tenido días de bajón, días de pensar por qué he hecho ésto, por qué dejar mi casa, mi familia, mi pareja, por qué abandonar un trabajo con el que aún no siendo estable estaba contenta, por qué, por qué…miles de por qués. Hay días muy negros, los ha habido y los habrá, días en los que hay que discutir, trabajar intensamente, hacerse respetar, aguantar muchas cosas, demostrar capacidades…. cosas que a veces, por desgracia, no tienen su recompensa. Pero no todo es malo chicos, ni mucho menos, ¿acaso no he dicho que la balanza está inclinada positivamente?
En todos estos meses ha sido increíble todo lo que he aprendido, todo lo que he disfrutado con esos pequeños y no tan pequeños que tanto nos necesitan, todas esas bonitas historias del que te hacen partícipes, esos dibujos que con tanto cariño te regalan y con tanto amor los cuelgo en mi habitación, esos sinceros agradecimientos que los padres te ofrecen mientras abandonan el hospital…. Es algo que sin duda hay que vivirlo.
Yo estoy muy orgullosa de haber tenido la valentía de iniciar este camino que ha día de hoy sigo recorriendo. Cuando termine, deseo volver a casa, y con suerte todo y todos seguirán igual que los deje. Tendré a mi gente, mi hogar, mi vida….pero me llevaré conmigo algo que cuando me fui no lo tenía, y es un título de ENFERMERA PEDIÁTRICA y miles de experiencias mágicas.