Obesidad infantil

Obesidad infantil

La obesidad infantil es una enfermedad crónica de origen multifactorial que está aumentando su prevalencia en los últimos años, siendo superior en varones de entre los 2 y 10 años.

Desde 1998 la OMS considera la obesidad una epidemia global. Actualmente en las sociedades desarrolladas es, junto con la caries dental, el trastorno nutricional más frecuente en la infancia y la adolescencia.

En los niños los depósitos grasos se almacenan principalmente a nivel subcutáneo, mientras que en los jóvenes y adolescentes, también se forman intra-abdominales, patrón que se asocia con un mayor riesgo de trastornos metabólicos, tales como la diabetes, hipertensión arterial…

El IMC (índice de Quetelet) es el parámetro antropométrico que mejor se correlaciona con la grasa corporal total y con las complicaciones asociadas. Se calcula dividiendo el peso (Kg) por la talla (m) al cuadrado. Es un parámetro que refleja las fases del desarrollo del tejido adiposo en el niño, pasando por un incremento rápido durante el primer año, disminución de 1 a 6 años y nuevo incremento a partir de esa edad. La edad en que comienza esta inflexión en la curva, se denomina rebote adiposo.

El niño se encuentra inmerso en la sociedad de la super abundancia y de la disponibilidad total de alimento, en muchas ocasiones de “comida basura”. La obesidad tiene una etiología multifactorial, donde la libre disponibilidad de alimentos, los cambios en los hábitos alimentarios, el sedentarismo o los factores psicológicos y sociales tienen una importancia fundamental. A continuación se muestras algunos factores de riesgo de padecer obesidad infantil:

  • Obesidad en los padres: Existe una asociación significativa entre el IMC de los padres y el de los hijos a partir de los 3 años, siendo muy significativa a partir de los 7 años.
  • Inactividad física: La escasa actividad física y el sedentarismo están significativamente asociados a la obesidad. Existe una relación directa entre la cantidad de horas consumidas en ver la televisión y la ingesta energética y de grasa.
  • Duración del sueño: La prevalencia de obesidad es inferior en niños que duermen una media 10 horas en relación con los que duermen menos de 7 horas.
  • Características de la alimentación: La elevada ingesta de alimentos densos en energía y el gran tamaño de las porciones son la base de la obesidad.

¿ Somos conscientes de los efectos que la obesidad tiene en nuestros hijos? ¿ Le damos la importancia que tiene? ¿ Nos tranquiliza ver al niño gordito, por pensar que come bien y está creciendo sin problemas? En ocasiones no somos conscientes de los muchos efectos adversos que puede acarrear la obesidad a corto como a largo plazo. Aumento de riesgo cardiovascular, hiperinsulinemia, menor tolerancia a la glucosa, alteraciones en el perfil lipídico, hipertensión arterial, déficit de hormona del crecimiento, alteraciones en la movilidad física, aumento de susceptibilidad a infecciones, menor capacidad de cicatrización, problemas respiratorios nocturnos incluso apnea del sueño… son algunos a comentar.

No menos importantes son los problemas psicológicos que esta enfermedad produce en los más pequeños. Baja autoestima, aislamiento social, discriminación y patrones anormales de conducta entre otros.

¿ Que medidas tomar ante la obesidad? ¿ Es tarde para hacer algo? La obesidad en niños y adolescentes resulta una de las enfermedades más frustrantes y dificultosas de tratar, y en la mayoría de los casos conduce al fracaso. A pesar de las dificultades en el tratamiento de la obesidad, es necesario insistir en él, debido a las consecuencias tan negativas que tiene la obesidad, tanto en la salud médica como psicológica del niño y del adolescente.  El tratamiento actual del sobrepeso en la infancia se basa en la modificación de los estilos de vida. El punto clave del tratamiento de la obesidad debería ser la alimentación saludable, la actividad física y el soporte emocional.

  • Actividad física: El ejercicio físico, además de ayudar a reducir peso y parte de la grasa en exceso, aumenta la capacidad funcional del organismo. Se recomienda que sea mantenido y se practique regularmente.  Es necesario incorporar al niño a la actividad física diaria (ir caminando a la escuela, subir escaleras…)  y realizar ejercicios complementarios (correr, montar bicicleta, nadar…), al menos 3 días por semana y durante unos 15 a 40 min.
  • Educación sobre nutrición: Se deben señalar los aspectos básicos de una nutrición de calidad para poder modificar los hábitos alimentarios, el niño debe conocer los diferentes grupos de alimentos, la necesidad de las porciones y la variedad de los alimentos a ser ingeridos, lo que le permitirá que su dieta sea equilibrada, completa, adecuada y variada.
  • Modificación de la conducta: Se cambiarán los hábitos de alimentación y para ello será necesario comer en platos pequeños y despacio, en el horario establecido, evitar segundas porciones y mantener 5 frecuencias de alimentación.

Para realizar un tratamiento adecuado se requiere un equipo multidisciplinar compuesto de pediatras, enfermeras y médicos de familia, y en un segundo escalón dietistas, psicólogos y psiquiatras. El objetivo del tratamiento es conseguir un peso adecuado a la talla y conservar posteriormente un peso dentro de los límites normales. Establecer un objetivo de mantenimiento del peso frente a pérdida de peso depende de la edad de cada paciente, el percentil de IMC y la presencia de complicaciones médicas.

En los niños mayores de 3 años: El primer escalón es mantener su peso, esto permite ir disminuyendo el IMC con el tiempo ya que el niño crece en altura.

Para los menores de 7 años: En ausencia de complicaciones se debe mantener el peso, pero con complicaciones (HTA y dislipemias) se debe conseguir reducción de peso.

Para los mayores de 7 años: Sólo se recomienda el mantenimiento del peso en los que presentan sobrepeso sin complicaciones, el resto debe perder peso.

Las siguientes medidas preventivas que se muestran, deben iniciarse lo antes posible con el fin de involucrar a la familia en la corrección de hábitos dietéticos y en el estilo de vida. Las medidas generales van dirigidas a todos los niños desde recién nacidos, pero deben intensificarse en niños de riesgo (antes de los 5-6 años y adolescencia) y en hijos de padres obesos.

  • Promoción de la lactancia materna.
  • Introducción de la alimentación complementaria a partir de los 6 meses.
  • Evitar el picoteo no nutricional entre comidas.
  • Promover el ejercicio físico.
  • Evitar la actitud sedentaria.
  • Control de peso y talla.
  • Potenciar los patrones de alimentación saludable.
  • Respetar el apetito de los niños y no forzar la alimentación.
  • Dieta equilibrada ( 55% hidratos de carbono, 30% grasas, 15% proteínas) con consumo adecuado de grasas, frutas y verduras.
  • Reducción de actividades sedentarias (televisión, ordenador, videojuegos…) limitándolas a un máximo de 1-2 horas al día.
  • Implicar a toda la familia en las actividades recomendadas. Potenciar estilos de vida saludables en los padres como modelos de sus descendientes.
  • Tener en cuenta las posibilidades del entorno y las características culturales y sociales de la familia al realizar las recomendaciones.

Por último os damos las claves a seguir para que el régimen de los más pequeños de la casa sea lo más equilibrado posible. No hay que olvidar que es imprescindible ponerse en manos de profesionales al iniciar cualquier dieta:

  •  Sea fácil de seguir.
  • Obtenga pérdida rápida de peso.
  • No produzca sensación de hambre.
  • No origine trastornos metabólicos.
  • Preserve la masa magra.
  • No desencadene reacciones psicológicas.
  • Permita una actividad normal.
  • No modifique el crecimiento normal.
  • Prevenga la posible obesidad posterior.
  • Desarrolle nuevos hábitos dietéticos.